miércoles, 18 de julio de 2012

"El Misterio del Mago", Capítulo I


Tener miedo. Quizás el sentimiento más traicionero que existe, te obliga a hacer cosas que no harías en un estado de tranquilidad. Éstas pueden ser tanto buenas como malas, todo depende de su resultado y de sus fines, pero de lo que se está seguro es que nunca podrían ser realizadas de otra manera.

Éste miedo puede estar causado por varias circunstancias, muchas de ellas parecidas pero ninguna es reflejada igual para cada persona. Mis pocos años de vida me han proporcionado la experiencia suficiente para reflexionar sobre el miedo. Es algo que estoy convencido que nos ayuda a crecer, madurar y sacar lo mejor de ti. El miedo no es terrible, es una simple percepción humana de nuestro alrededor, en la que en la mayoría de los casos no es tan horrible. Pero creo que no es mi caso, al menos en este momento.

Segundos de meditación me han hecho clasificar mi actual miedo por “fenómeno no reconocido con riesgo de muerte”. Podéis pensar que estoy loco, quien tiene ese tipo de miedo. Si me pudierais ver por un agujero os sorprenderíais y a la vez o impresionaríais. No hay explicación para lo que en menos de una hora había sucedido. Tengo miedo. Lo tengo, no hay duda. 

Una oscura sombra me perseguía. No sabía cual era su intención, pero la angustia me impedía comprobarlo. Aquella criatura no había sido vista por mis ojos nunca antes, por lo que mi cerebro no pudo reconocer las imágenes que mi retina le hacía llegar. No habría forma de describir aquello por mucho que hubiese querido. ¿Oscuro, alto, violento quizás? ¿Acaso estos simples adjetivos adquiridos en menos de diez milésimas eran suficientes para describir dicho ente? ¿Acaso podéis sentiréis en vuestras propias carnes en horror que aquel ser te producía con una simple mirada? Ni a mi mayor enemigo le desearía aquella escena. Que ingenuo soy al creer que aquello era la más terrible situación a la que me tendría que enfrentar jamás. Me rodeaba por un sinfín de árboles enormes con elevadas raíces que me pondrían el adjetivo de diminuto en el caso de que hablasen entre ellos.

Abandoné en bosque y entré en una ciudad, aunque posiblemente puede ser considerada villa. Corrí hasta que no pude más. Calles y calles pasaban a mi alrededor, hasta que me desplomé al suelo. Tenía la cara sudada y algo herida. El suelo estaba frío y lleno de tierra mojada debido a la imparable lluvia que no cesó desde la noche anterior. Me intenté tranquilizar a la esperanza de que no hubiera visto esa última calle. Intenté con múltiples fracasos ponerme de pie, era imposible. Me percaté de que aquella calle no tenía salida, por lo que podría tener un terrible final en cuestión de segundo.

De repente, aquella sombra entró en la última calle que mis piernas me dejaron cruzar. Aquí se acababa todo. Se acercó, poco a poco. Cerré los ojos. Podían ser los últimos segundos de mi vida. Entonces empecé a gritar en busca de un auxilio. Lo miré de frente, me estremecí, pero solo en ese momento, cuando estás en tus últimos segundos de vida y sabes que vas a morir, solo entonces, es cuando el miedo cesa y la humildad queda. Cerré los ojos, todo habría acabado en menos de lo que tardas en dar un suspiro. 

Me desperté en el suelo de un bosque, el mismo bosque donde unas horas me disponía a dormir. Todo había cesado, estaba como de costumbre donde debía estar, mi hogar.

Vivía solo, absolutamente solo. No tenía a nadie. ¿Mis padre?, no tengo memoria de ellos, al menos hasta donde tengo conciencia. Me críe en un pequeño hostal pagado gracias a mi tío Frederic Mourtan. Desgraciadamente murió hace tres años por sucesos desconocidos por mí, y a los quince años me enfrenté a una pura supervivencia diaria.

Me llaman Tibán. Como dije, sobrevivo como puedo. Me movía de un lado para otro continuamente. Terminé instalándome en el viejo bosque Quierum, bosque peligroso, pero con recursos suficientes para que cualquier persona pudiera subsistir con mínimas posibilidades y poca experiencia. La ciudad de Krim estaba justa al lado, protegida de la naturaleza por el viejo muro que la rodea por completo hasta las antiguas bahías del sur.

 Era una ciudad pobre desde las guerras que hace unas décadas acontecían, donde ciudades enfrentadas lucharon sin cesar en la ciudad de Atlan, ciudad tomada como centro de batallas. Mis conocimientos no son más que las antiguas leyendas de mi tío, y no tengo más saberes acerca de las terribles batallas.

Me levanté cuidadosamente, escuchando los distintos silbidos que las aves me dedicaban. Animales de todo tipo habitaban en el bosque, pero me conocía aquel lugar de tal manera, que era imposible que nadie me encontrara, ni sufría peligro de ninguna bestia. Aprendí cada zona de él, y sus respectivas especies que lo habitaban, por lo que me encontraba en la zona más cercana a la ciudad, donde ningún animal peligroso se acercaba. Aquellas zonas que se escapan de mis saberes era las zonas oscuras y peligrosas más al norte, aunque muchos ni lo consideran parte de Quierum, utilizando el nombre de  Darkuierum. 

Antiguas historias hablan de que terribles bestias habitaban aquellas zonas. Nadie sobrevivía a ese lugar. Se decía que tenía el poder para destruir a toda la humanidad, algo que aterrorizaba a los habitantes de Krim. Eran lugares oscuros e impredecibles donde el hombre nunca fue capaz de dominar a la naturaleza.

Alcé la vista. “Despejado” me dije. Me dirigí a la ciudad para intentar robar algo de comida, de lo contrario me conformaría con cazar o intentar recolectar algún fruto comestible durante las últimas horas de la tarde. La pena era que últimamente se están agotando cualquier alimento natural, y que cada vez se hace más difícil cazar por causa de las últimas lluvias que hacen refugiarse a los animales en manada, haciendo casi imposible enfrentarte a una docena de aquellas bestias. Esto hacía que poca comida se expusiera en el mercado central de Krim, y que todo esté más vigilado que de costumbre. Todo parecía estar últimamente en mi contra. Miré al cielo, aún nublado pero no parecía que la lluvia fuera a estropear la caza ante la posibilidad de fracaso en el hurto.

Corrí a la ciudad. Eran las once, hora de caza para los mercaderes y mi presencia allí sobraba, Además era la hora perfecta para mi robo. La mayoría de krimiñeros compraban a esas horas y facilitaría todo. Mi entrada a la ciudad se realizaba por un pequeño agujero situado en un callejón cercano a la plaza. Nadie conocía aquello, solo yo. No podía entrar por la entrada principal, puesto que estaba controlado, y necesitaría un permiso. Yo me había buscado hace algo más de dos año una forma de salir y entrar, y todo con la máxima discreción posible.

Me tenía que tumbar casi por completo e ir arrastrándome poco a poco. Había una dificultad increíble en ello, pero posible. Cada año me resultaba cada vez más imposible debido a mi crecimiento. Cuando llegaba la parte de la cara cerré los ojos y me estiré todo lo posible hasta que estaba dentro. Me levanté y me apresuré.

 Llegué a la calle principal inundada de gente. Esto levantó mi ánimo, sentirse rodeado de los tuyos siempre es alegre. Los krimiñeros compraban y vendían en aquella plaza. Realizaban intercambios, subastas y ventas de todo tipo de objetos realmente extraños. Era sábado, día de descanso por lo que era común aquella cantidad de mercaderes. Mi único objetivo era la tienda de alimentación. Todos, como de costumbre, me miraban y observaban, pues mi ropa no estaba en muy buen estado, además, mi aspecto tampoco era perfecto para ser sábado, el día más limpio de la semana.

Con perfecta delicadeza me apresuré a la panadería, donde gracias a mis habilidades conseguí atrapar un par de panecillos sin problemas. Fui a coger uno más cuando pasó lo inevitable. Un prisor, policía de Krim, me vigilaba muy de cerca y se percató de mi hurto. Me quitó los panecillos y me expulsó rápidamente del lugar.

Me llevó a una calle. No podía creer lo que estaba ocurriendo realmente. Era imposible que me hubiera descubierto. Era alto, rubio, no más de treinta años y su mirada deba realmente miedo. En aquella calle me dio una patada. El dolor inundó mi cuerpo, y tras aquel golpe. Me empezó a azotar con un áspero cinturón. Me mantuvo allí un cuarto de hora, a golpes sin parar, conté unos cuarenta azotes y por al menos no todos era demasiado fuerte. Estaba acostumbrado a castigos más fuertes en mi antiguo hogar, donde convivía con niños de mi edad. Eran muy estrictos con las normas que nos llevaban a dolorosos azotes cada dos por tres. El dolor era insoportable, me quedé tirado en medio de la calle, sangrando la espalda. Notaba la gente pasando a mi alrededor pero nadie decía nada.
-Para que aprendas- se reía el prisor, y se marchó entre risas.

Me levanté tras media hora y no dudé en volver al rápidamente al bosque. Crucé el agujero y volví a mi árbol. En este momento crítico, entre dolor y hambre comenzó a llover y con ella una tormenta enorme.

Re-Hacer

He decidido volver a empezar. Los cambios siempre son mejores. Tranquilos seguidores, solo quiero actualizar y ampliar. Creo que me estoy centrando demasiado en la historia y poco en las descripciones y en los detalles. Creo que tengo mucho que mejorar. Aun así os prometo que la historia seguirá siendo la misma. Todo ya está empezado y acabado en mi imaginación. Esto será por el bien del libro, creedme. Os dejo publicado el capitulo 1 un poco actualizado y decidme si merece la pena.